20 septiembre 2011

Palabras para Julia



El 19 de marzo de 1999, el poeta José Agustín Goytisolo moría al precipitarse desde una ventana. Estaba solo en casa. Algunos de sus allegados afirman que en el momento de su fallecimiento se encontraba muy deprimido, manejándose la hipótesis del suicidio. La familia, sin embargo negó esta posibilidad y atribuyó su muerte a un desgraciado accidente mientras reparaba una persiana. Al fin y al cabo, es sabido que muchos de los suicidas que se precipitan por un balcón aprovechan el penúltimo momento para intentar arreglar el toldo o la persiana.

Paco Ibáñez, había musicado los poemas Me lo decía mi abuelito y El lobito bueno. José Agustín, cuando poco después conoció al que pronto sería su amigo, tras una entrada distante que se hizo pronto cálida, ofreció al cantautor el poema Palabras para Julia. Tardó Ibáñez en encontrar la inspiración musical de su segunda estrofa: “Tenía que cantarla en Colliure, ante la tumba de Antonio Machado, y encontré la melodía en Montpellier en medio de una juerga”.

“¡Qué barbaridad, qué le vas a hacer a tu hija!”, cuentan que dijo su gran amigo Juan Ramon Masoliver (1910-1997), que prácticamente le hacía de padre al poeta, al leer el poema dedicado, entonces, a la niña Julia, de 7 años.

Hace algo más de dos años se conmemoró la muerte de José Agustín. Se inauguraba también un Congreso Internacional sobre “el poeta de todos”. En el Palau de la Virreina de Barcelona pude charlar con su viuda, Asunción Carandell, que estaba con su hija Julia y tantos amigos. Las particularidades como padre salieron a relucir. Hablaba Asunción de cuando su marido despertaba a su adorada Julia por las noches para hablar con ella, o de cómo jugaba a hacerle de lobo mimoso –de ahí el lobito bueno–, de los viajes que hicieron juntos, de sus peleas. Con cierto temblor, le dije que cuando escuché por primera vez, hace más de treinta años, el poema dedicado a su hija, Palabras para Julia, cantado por Paco Ibáñez, “sabía”, con la certeza del adolescente, que hablaba consigo mismo y que quizá se reconocía en Julia . También creo, aunque no se lo dije, que habla también conmigo. Ambas asintieron en medio del silencio. “Vosotros érais iguales, yo era la cerebral”, acotó Carandell tras unas palabras de su hija.

Al poco tiempo, y ya entre las risas, también evocó la viuda el dolor del siempre triste poeta. “Se habla mucho del fallecimiento de su madre pero apenas se menciona que, mucho antes, tras la muerte de su hermano mayor, Antonio, su padre le ignoró”.

José Agustín Goytisolo nos deja un extenso conjunto poético donde tras un disfraz a veces irónico, otras veces sarcástico, se esconde un personaje tierno y cargado de tristeza. Poseedor de uno de los lenguajes más depurados de la literatura castellana de los últimos años, Goytisolo consigue que sus poemas tengan un aire de inmediatez y de frescura, a la par que una clara aspiración de construir un nuevo humanismo sobre los escombros de la cultura oficial que el grupo de los 50 quiso demoler con su piqueta.

Para su adiós quizás sean adecuadas las mismas palabras que pronunció en Coulliure ante la tumba de Machado: “Yo no he venido a llorar tu muerte, sino que alzo mi vaso y brindo por tu claro camino y porque siga tu palabra encendida”. El poema en cuestión, y que muchos conoceréis, recogido de su libro Palabras para Julia y otras canciones, es amargo y con tintes “machadianos”, reflejo de la tristeza del poeta barcelonés:

PALABRAS PARA JULIA
Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría,
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

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