04 octubre 2011

Los “indignados” de Estados Unidos

   El número de “indignados” en Nueva York y otras ciudades es inversamente proporcional a su eco mediático. No está mal, porque lo importante no es su cantidad, sino su capacidad para lanzar mensajes impactantes: en este caso, contra el capitalismo como sistema, aunque no lo digan con esas palabras. El “Occupy Wall Street” y el “We are change” son solo un tímido eco de la indignación social que internacionalmente reacciona ante la captura del sistema financiero. EE.UU. por fin se moviliza (levemente, 200 personas) ante una cifra record de pobreza (46,2 millones).y una tasa de paro del 9% (casi ridícula si miramos la nuestra). Aunque si bien es cierto que para EE.UU. una familia pobre es la que cuenta con un salario anual de 22.314 dólares o menos (personas que no carecen ni de casa ni de alimentos) lo cierto es que esto hay que vincularlo a los más de 50 millones de personas sin seguro médico o acceso al seguro de deseempleo. Con el “American Jobs Act” pendiente de aprobarse en el Congreso, Obama quema una de sus ultimas naves. En el caso poco probable de que los republicanos lo aprueben, Obama podría sacar la iniciativa adelante, con el consiguiente espaldarazo electoral. En caso contrario, podrá atacar a la oposición, como el partido que se opuso a la creación de empleo y sacar también su rendimiento político.
Indignados en Nueva York
   Los indignados de Nueva York, Los Ángeles, etc... todavía no le han puesto voz a la voluntad política. Reclaman la superación del capitalismo, algo que ni Obama ni nadie se ha planteado. Medir a la Casa Blanca por tal baremo es, pues, absurdo, pero al final muchos progresistas pensarán que, como “todos son iguales”, no merece la pena volver a movilizarse para reelegir a Obama. Miel sobre hojuelas para el Tea Party: todos sus votantes a las urnas y parte de los progresistas no. Consecuencia: aumentará la probabilidad de que la derecha extrema desaloje a los demócratas de la Presidencia. Resultado: de ganar los republicanos, exactamente el opuesto a lo que demandan los “indignados”, o sea, más capitalismo desregulado y favorable a los causantes de la crisis. Confundirse de adversario (Tea Party) significa perjudicar a tu aliado (Obama), que debe captar la moraleja y responder manteniendo sus políticas de cambio.

   Obama tendrá un otoño caliente de todas maneras. Recibe ataques continuos de los republicanos y muchos de los que le apoyaron piensan que no ha sido fiel a sus principios en algunas cuestiones. Se observa una polarización de la vida política en EE.UU., y Obama tendrá que mantener el timón firme entre Scila y Caribdis hasta las elecciones del año próximo. La extrema derecha ya ha encontrado su encarnación monstruosa en el Tea Party. Si George W. Bush y sus adláteres consiguieron extraditarse del resto del mundo, con el consiguiente daño para su imagen, un futuro gobierno con presencia del Tea Party sería un desastre para el país y para el resto del mundo. En el otro extremo (que en EE.UU. nunca podrá llamarse extrema izquierda) puede surgir una fuerza original, que beba de los movimientos por los derechos civiles, del ecologismo, incluso de las anti-finanzas en el corazón del capitalismo, que canalizaría ciertas demandas atrevidas, incluso a través de movilizaciones y de la desobediencia civil. Pero, para que prospere, necesitaría algún líder carismático.

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