Durante la mañana, entre los periodistas que siguen al PP y en los pasillos de Génova no había otra pregunta. Los populares, habitualmente organizados y metódicos —todos los lunes llaman a las 11.30 para convocar a los medios— parecían ayer sumidos en una terrible resaca postelectoral. A última hora, de forma apresurada, Ángel Acebes citó al Comité de Dirección. Y de nuevo la pregunta: ¿Dónde está Rajoy? El líder no acudió a la reunión. No siempre lo hace, pero ésta, al día siguiente de su segunda derrota electoral, no era una cita cualquiera.
No hay, por tanto, ni siquiera imágenes de Rajoy ayer, por lo que se convierte en el único candidato que no compareció ante la prensa. Se sabe que llegó a su despacho tarde, poco antes de las 13.00, después de una noche difícil en la que todo el país vio llorar a su esposa, Elvira Fernández, y cómo él pronunciaba un misterioso "adiós" a sus fieles que le pedían "¡Mariano quédate!".
Se sabe también que nadie, ni siquiera los que hablaron con él, que fueron muchos, está en condiciones de afirmar que el líder va a seguir en su puesto. Y esas dudas tienen a todo el partido desconcertado. Nadie parece saber con seguridad qué va a plantear hoy Rajoy ante el Comité Ejecutivo Nacional. Todos los dirigentes consultados ayer asumen que el líder tiene la dimisión en la cabeza, aunque en su entorno confían en que "no se precipite" y sea consciente de que los resultados no son del todo malos y le permiten pilotar una sucesión controlada.
A Rajoy le está pasando, según personas muy cercanas, algo parecido a lo que sufrió en 2004. Entonces, según su propia confesión, pensó en dimitir. Pero escuchó a mucha gente que le pedía lo contrario, y se quedó.
Ni siquiera el secretario general, Ángel Acebes, que ayer compareció finalmente ante la presión de la prensa, fue capaz de confirmar que el líder seguirá al frente del partido. "Mañana comparecerá Rajoy, dejen para mañana esas preguntas que son para él", se escudó.
Acebes tampoco confirmó que vaya a seguir él: "Lo importante es el PP y sus ideas. Este no es un partido de fulanismos". Una de las pocas cosas claras que tenían ayer todos los dirigentes consultados es que, pase lo que pase con Rajoy, tanto Acebes como Eduardo Zaplana, los dos más claramente identificados con el sector duro y con la gestión de la crisis del 11-M, ya no serán los números dos y tres como hasta ahora, y el sustituto del secretario general podría ser Pío García Escudero.
Acebes evitó cualquier autocrítica e insistió en una idea: el PP ha ampliado espacio en el centro y el PSOE ha ganado porque ha tomado votos "de los más radicales", IU y ERC. Eso sí, el secretario general rechazó de plano vincular el atentado de ETA con el resultado electoral, como le sugería una pregunta.
La única duda real es si Rajoy controlará la sucesión —con un congreso ordinario previsiblemente antes del verano— o se abrirá una guerra sin cuartel. Y ahí juegan un papel clave los barones, el verdadero poder de un partido en la oposición. Ayer ya empezaron los primeros movimientos.
Entre los grandes vencedores (Esperanza Aguirre, la candidata más fuerte para la sucesión, Francisco Camps, al que muchos consideran un tapado, y Ramón Luis Valcárcel) Camps pidió a Rajoy que siga mientras Francisco Granados, mano derecha de Aguirre, reclamaba autocrítica por los resultados en Cataluña. Entre los perdedores, Alberto Núñez-Feijóo, que ha tenido un mal resultado, señaló que Rajoy ganaría un congreso si lo convocara ahora mismo y aclaró que la posible dimisión es una decisión personal del líder.
En el partido ya se empieza a hablar de cómo exhibirán su poder los barones vencedores, todos ellos sin puesto en maitines, la cúpula del PP. De momento, Camps podría colocar como portavoz en el Congreso a Esteban González Pons, un hombre de su confianza, aunque para ese puesto también se habla de Juan Costa, con un resultado extraordinario en Castellón y con la confianza de Rajoy, y de la posibilidad de Soraya Sáenz de Santamaría.
No hay, por tanto, ni siquiera imágenes de Rajoy ayer, por lo que se convierte en el único candidato que no compareció ante la prensa. Se sabe que llegó a su despacho tarde, poco antes de las 13.00, después de una noche difícil en la que todo el país vio llorar a su esposa, Elvira Fernández, y cómo él pronunciaba un misterioso "adiós" a sus fieles que le pedían "¡Mariano quédate!".
Se sabe también que nadie, ni siquiera los que hablaron con él, que fueron muchos, está en condiciones de afirmar que el líder va a seguir en su puesto. Y esas dudas tienen a todo el partido desconcertado. Nadie parece saber con seguridad qué va a plantear hoy Rajoy ante el Comité Ejecutivo Nacional. Todos los dirigentes consultados ayer asumen que el líder tiene la dimisión en la cabeza, aunque en su entorno confían en que "no se precipite" y sea consciente de que los resultados no son del todo malos y le permiten pilotar una sucesión controlada.
A Rajoy le está pasando, según personas muy cercanas, algo parecido a lo que sufrió en 2004. Entonces, según su propia confesión, pensó en dimitir. Pero escuchó a mucha gente que le pedía lo contrario, y se quedó.
Ni siquiera el secretario general, Ángel Acebes, que ayer compareció finalmente ante la presión de la prensa, fue capaz de confirmar que el líder seguirá al frente del partido. "Mañana comparecerá Rajoy, dejen para mañana esas preguntas que son para él", se escudó.
Acebes tampoco confirmó que vaya a seguir él: "Lo importante es el PP y sus ideas. Este no es un partido de fulanismos". Una de las pocas cosas claras que tenían ayer todos los dirigentes consultados es que, pase lo que pase con Rajoy, tanto Acebes como Eduardo Zaplana, los dos más claramente identificados con el sector duro y con la gestión de la crisis del 11-M, ya no serán los números dos y tres como hasta ahora, y el sustituto del secretario general podría ser Pío García Escudero.
Acebes evitó cualquier autocrítica e insistió en una idea: el PP ha ampliado espacio en el centro y el PSOE ha ganado porque ha tomado votos "de los más radicales", IU y ERC. Eso sí, el secretario general rechazó de plano vincular el atentado de ETA con el resultado electoral, como le sugería una pregunta.
La única duda real es si Rajoy controlará la sucesión —con un congreso ordinario previsiblemente antes del verano— o se abrirá una guerra sin cuartel. Y ahí juegan un papel clave los barones, el verdadero poder de un partido en la oposición. Ayer ya empezaron los primeros movimientos.
Entre los grandes vencedores (Esperanza Aguirre, la candidata más fuerte para la sucesión, Francisco Camps, al que muchos consideran un tapado, y Ramón Luis Valcárcel) Camps pidió a Rajoy que siga mientras Francisco Granados, mano derecha de Aguirre, reclamaba autocrítica por los resultados en Cataluña. Entre los perdedores, Alberto Núñez-Feijóo, que ha tenido un mal resultado, señaló que Rajoy ganaría un congreso si lo convocara ahora mismo y aclaró que la posible dimisión es una decisión personal del líder.
En el partido ya se empieza a hablar de cómo exhibirán su poder los barones vencedores, todos ellos sin puesto en maitines, la cúpula del PP. De momento, Camps podría colocar como portavoz en el Congreso a Esteban González Pons, un hombre de su confianza, aunque para ese puesto también se habla de Juan Costa, con un resultado extraordinario en Castellón y con la confianza de Rajoy, y de la posibilidad de Soraya Sáenz de Santamaría.
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