29 septiembre 2011

¿Por qué Cervantes llamó Don Quijote a su hidalgo?




A Cervantes le gustaba jugar con la ambigüedad del nombre de muchos de sus personajes. No sólo con los nombres, sino que nos sorprende una y otra vez, incitándonos a examinar críticamente los más variados temas, convirtiéndolos en problemas. En cuanto al nombre de su protagonista, hace lo mismo. La cuestión del nombre “real” de don Quijote ('Quixote' en la ortografía de su tiempo) aparece por primera vez cuando escribe en el primer capítulo: «Quieren decir que tenía el sobrenombre de “Quijada”, o “Quesada”, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verisímiles se deja entender que se llamaba “Quijana”»
“Quijada”, “Quesada” o, mejor, “Quijana” son, pues, los apellidos (o “sobrenombres”, como se decía en su tiempo) que baraja Cervantes.
 
«Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar “don Quijote”; de donde, como queda dicho, tomaron ocasión los autores desta tan verdadera historia que sin duda se debía de llamar “Quijada”, y no “Quesada”, como otros quisieron decir».
Quijada y no Quesada, aunque este último, aparte de provenir de la villa jiennense del mismo nombre, nos recuerda a su origen manchego. ¿Dónde quedó el Quijana (o Quejana) que en el pasaje anterior el narrador juzgaba tan “verisímil”?
 
 

Como vemos es el propio narrador el que, siguiendo la ficción del “manuscrito encontrado” y otras supuestas fuentes fuentes orales o escritas, no lo deja claro. Es más, me atrevería a decir que no quiere hacerlo, sino que hace una parodia sobre las largas descripciones con las que los autores de novelas de caballerías adornaban la genealogía de sus protagonistas.
Los demás personajes que aparecen al principio de la obra no conocen otro apelativo que “Don Quijote”. En el capítulo 5, en cambio, cuando el labrador vecino se encuentra al hidalgo tendido en el campo, maltrecho y delirante, exclama: “Señor Quijana”, y el narrador comenta: “que así se debía de llamar cuando él tenía juicio y no había pasado de hidalgo sosegado a caballero andante”. Por si quedara alguna duda, poco después el mismo labrador tratará de convencer a su vecino de que es “el honrado hidalgo del señor Quijana”.
Nada se nos dice sobre el nombre original hasta 44 capítulos más adelante, donde nos topamos nuevamente con el primer apellido citado, o sea, con “Quijada”. En un pasaje no irrelevante, don Quijote dice descender de Gutierre Quijada (un cortesano que tras heredar cuatro villas se forma como caballero y maestro de armas junto al condestable D. Álvaro de Luna). Se sabía que el nombre Quijada era también una alusión a Luis Quijada, ayo de don Juan de Austria, y familiar de Gutierre Quijada: “de cuya alcurnia yo deciendo por línea recta de varón”; el narrador no comenta nada al respecto, y este nombre no vuelve a aparecer en toda la obra.
En el último capítulo —el 74— de la Segunda parte, nos enteramos de cómo se llama la que en todo el libro sólo había aparecido como “la sobrina”. En su testamento, el hidalgo ha dejado dicho: “Iten, mando toda mi hacienda [...] a Antonia Quijana mi sobrina”, e “Ítem, es mi voluntad que si Antonia Quijana mi sobrina...” No debe extrañarnos que el mismo apellido tome la forma masculina para el tío (“Quijano”) y la forma femenina para la sobrina (“Qujana”), pues era usual que así fuera.
Don Quijote está a punto de morir. Duerme “de un tirón, como dicen, más de seis horas” y al despertar se siente transformado. Llegan sus “buenos amigos”, el cura, el bachiller y el barbero, y don Quijote les dice:
“—Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de «bueno»“;  y más adelante: “Yo fui loco y ya soy cuerdo; fui don Quijote de la Mancha y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno”.
Por último, ¿por qué el protagonista cambia su apellodo “Quijano” por “Quijote”. Simplemente porque esta terminación en el aumentativo “-ote” es habitual en varios protagonistas de las novelas de caballerías y es la que adopta el caballero prototípico de este género: Lanzarote, como se le llamó en español, o bien Sir Lancelot, Lancelot of the Lake o Lancelot du Lac en las novelas del ciclo artúrico.

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