Artículo de Simon Sebag Montefiori, historiador británico, en El País, 25 de diciembre de 2011
La primera etapa es la más apasionante para la prensa occidental y la más emocionante para los jóvenes participantes, un material digno de Los Miserables y otras obras parecidas, pero suele ser la menos importante. Las revoluciones no terminan casi nunca como parecen empezar, y las consecuencias siempre son totalmente distintas de las intenciones de los revolucionarios. Tardan años, a veces decenios, en aparecer, no meses; y lo que importa es quién controla a quién al final. La esperanza es que sea el pueblo el que de verdad acabe por controlar el Estado.
(...)
El propio El Asad ha puesto el dedo en la llaga: aunque se presenta como un caballero árabe dispuesto a morir en la refriega, quizá entiende también que estas dictaduras dinásticas de Oriente Próximo son esencialmente monárquicas. Es difícil ver de qué forma podría retroceder; su poder, férreo y manchado de sangre, solo puede morir con el rey. Churchill tenía razón al decir que “los dictadores cabalgan sobre tigres de los que no se atreven a bajar”.
El tigre sirio está tocado, pero no hay nada más peligroso que un tigre herido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por su comentario. En breve aparecerá publicado.