Los ensayos autobiográficos de Francis Scott Fitzgerald, titulados Mi ciudad perdida y en los que refleja sus esfuerzos por vivir de la literatura en los años posteriores a la mayor crisis del siglo XX, el crac del 29, han sido traducidos por primera vez al español.
Esta traducción de sus ensayos, publicada por el sello malagueño Zut, cumple además “un deseo que Scott Fitzgerald nunca pudo realizar en vida”, el de verlos reunidos en un volumen, ha asegurado Yolanda Morató, profesora de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla, y autora de otras traducciones premiadas de Wyndham Lewis.
“En cartas a su editor Max Perkins, Fitzgerald intentó convencerlo, sin éxito, para que publicase este conjunto de ensayos; y siguiendo este deseo la edición ha respetado el orden de los artículos escogidos por el autor, la mayoría inéditos en español, tal como lo indicó el propio Fitzgerald en una carta en 1936” , ha explicado la traductora. Estos textos se publicaron originariamente en New Yorker, Saturday Evening Post, Cosmopolitan, Esquire y Bookman, y sus editores en español han querido incluir un anexo con la procedencia de cada uno de estos dieciocho ensayos, así como la cantidad que el autor cobró por cada uno de ellos.
Morató ha considerado que estos datos son importantes porque “los ensayos más extensos tratan sobre la escritura de relatos de ficción y no ficción como único medio de subsistencia económica en el periodo que transcurre entre dos de sus grandes novelas, A este lado del paraíso y El gran Gatsby, entre 1920 y 1925, cuando quería abrirse camino en los círculos literarios”. Estos escritos reflejan igualmente la relación de “amor-odio” de Fitzgerald con el dinero, y en ellos “el mundo de los ricos es como un zoológico que el escritor visita de vez en cuando; un lugar por el que siente tanta atracción como repugnancia”, según Morató, quien ha destacado también la semejanza de aquella crisis con la actual.
Mi ciudad perdida, según su traductora, “cuenta en detalle el proceso de decadencia de la ciudad de Nueva York, que ha vivido (en los años 20 del pasado siglo) por encima de sus posibilidades, y cómo afecta a todos aquellos que han vivido entre las fiestas y el derroche”. Fitzgerald era muy consciente de que “en la vida moderna la gran mayoría ya no depende de los valores que heredaron de los mayores sino del precio de los valores en el sistema bancario”, ha ironizado Morató.
Estos artículos tienen además la cualidad de “ir tramando una red de hilos que tejen una suerte de autobiografía del escritor”, por lo que su traductora ha considerado que son “mucho más que una recopilación de ensayos circunstanciales”. Son, ha dicho, “una especie de festín de “una de las inteligencias más despiertas y sensatas de una época que tuvo mucho de insensata, como la nuestra.”
Morató ha añadido que este conjunto de ensayos supera esa idea de Fitzgerald como el cronista de la “Era del Jazz” porque “muestran una dimensión mucho más personal del autor”, así como “su desconfianza en el sistema familiar estadounidense, sus problemas con el dinero y el impacto de las prohibiciones en la juventud” de su generación. También constatan “la conciencia de pertenecer a una nueva generación de escritores” y transmiten “la sensación de fracaso del escritor al haber asistido a un espectáculo cuyo final dejó muy pronto de estar al alcance de su mano.”
La generación de Fitzgerald “se caracteriza por ser un puente entre unas décadas que supusieron un enorme cambio para el siglo XX” ya que “del Romanticismo del siglo XIX que habían heredado de sus padres pasaron a verse inmersos en una guerra que habían heredado de Europa, y más tarde a un caos económico con el que dejarían su particular herencia”.
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