Daniel Kahneman |
Cuenta el admirable sociólogo Jon Elster que una vez compró
una camisa y que en la etiqueta ponía: «cualquier fallo o defecto que usted
encuentre en esta prenda de vestir es consecuencia intencional de su diseño».
Elster usaba ese ejemplo para criticar la tendencia de algunos sociólogos a
explicar los fenómenos por sus consecuencias en lugar de explicarlos por sus
causas. Me acordé de esta anécdota escuchando a alguno de los dirigentes de
Podemos hablar de su tema favorito: Podemos. ¿Cómo lo hicieron? ¿cómo
alcanzaron el éxito? ¿cómo surgieron aparentemente de la nada? Ante esas
preguntas, los dirigentes de Podemos responden: «ustedes no lo sabían, pero
nosotros llevamos muchos años investigando, estudiando, preparando este
producto». Y entonces nos hablan de Laclau, Mouffe, Rancière, mezclados con la
crisis y los padecimientos de la gente, para tratar de convencernos de que su
buena fortuna es en realidad el fruto de su genialidad.
El psicólogo y premio Nobel de economía Daniel Kahneman
habla de la trampa de la restrospección: «creemos entender el pasado, lo cual
supone que también el futuro puede conocerse, pero la verdad es que entendemos
el pasado menos de lo que creemos». Cuando vemos algo a toro pasado, como todas
las decisiones fundamentales dieron buen resultado, le atribuimos a los actores
una inteligencia superior. Pero lo cierto es que el azar es más importante de
lo que creemos. En realidad, a tres meses de las elecciones europeas, la
estrategia del señor Iglesias Turrión y sus colegas era formar parte de la
candidatura de Izquierda Unida. Y fue la negativa de la dirección de IU a
integrarlos lo que provocó que Podemos se presentara a las elecciones por su
cuenta y, a partir de ahí, todo lo que ha venido después. En fin, que si
Iglesias hubiera tenido éxito en su estrategia y hubiese logrado ir en las
listas de IU, hoy estaríamos escribiendo de otra cosa.
¿Por qué nos olvidamos con tanta facilidad de un detalle
tan importante como es cuál era la verdadera estrategia de los dirigentes de
Podemos antes de las europeas? Pues parece que otra de las características del
cerebro humano es que cuando aprendemos una cosa nueva nuestro cerebro cambia
de configuración y le resulta muy difícil pensar con la configuración previa al
nuevo conocimiento. Olvidamos fácilmente cuando no queremos olvidar, pero nos resulta
muy difícil olvidar a voluntad, nos cuesta mucho pensar como si no supiéramos
lo que ya sabemos.
Estos días de elecciones en Andalucía, cuando escucho a
algunas personas hablar de que tres décadas y media de democracia no han
cambiado nada en esta tierra, me digo a mi mismo que a esas personas les debe
resultar imposible imaginar cómo era recorrer Andalucía en 1981, con 171
kilómetros de autovías, al viajar por uno de los 2.700 kilómetros actuales.
Pensarán que siempre estuvieron ahí, como las universidades, o los 1.500
centros de salud. Cuesta tanto olvidar el presente, aunque solo sea un momento,
para comprender el pasado. Y, sin embargo, de comprender bien el pasado depende
nuestro futuro.
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