Códices Medievales y Notas Tironias
La lectura de un libro medieval puede no parecer tan diferente de la lectura de un volumen de nuestra propia estantería: sólo hay que cogerlo, abrir la primera página y empezar a leer. Sin embargo, aparte del hecho de que realmente no se pueda sostener un libro medieval de tamaño medio en la mano —un solo volumen a menudo pesa tanto como toda una estantería de libros de hoy en día— no es tampoco el mayor problema cuando realmente empiezas a leer. El primer gran problema es que necesitas para descifrar un poco. La primera ronda de decodificación comienza cuando tus ojos se encuentran con la página.
Fig. 1. Folio del Beato de Cirueña, hoy en Silos. MS 25, fol. 24a-v, detalle (finales del siglo IX)
Las letras en él se conforman de manera muy diferente a lo que nuestro cerebro suele estar acostumbrado, por lo que nuestra cabeza empieza a darle vueltas, lo que tal vez, incluso, nos lleve a renunciar. Veamos lo que sucede cuando uno lee este fragmento del famoso Beato de Cirueña(Fig. 1). ¿Sencillo? Si lo viéramos a tamaño real, con un poco de esfuerzo, lo podríamos leer bien.
Cuando hayamos terminado con eso, tratemos de descifrar el segundo, un autógrafo escrito en lo que se le califica apropiadamente como una “littera inintelligibilis” de Tomás de Aquino (Fig. 2).
Fig. 2 – Biblioteca Vaticana, Vat. Lat. 9850, autógrafo de Tomás de Aquino, 1260-65
El siguiente manuscrito es muy anterior al autógrafo de Tomás de Aquino:
Fig. 3 Leiden, Biblioteca Universitaria, VLF MS 30, fol. 22v (siglo IX)
El paleógrafo Lowe lo definió como Carolino Prealemánico minúsculo, lo que significa que data de antes de la creación de la letra Carolina minúscula, que apareció poco antes del 800, y a cuya familia corresponden letras como las que está leyendo en este artículo. Es relativamente fácil decodificar el último con nuestros cerebros actuales. Esto se debe a que las impresoras tempranas en Italia utilizaban la tipografía Carolina como modelo para las tipografías romanas, que en última instancia se convirtieron en las actuales Romanas o Latinas. Porque, de hecho, leemos una versión de Carolina en nuestra pantalla de ordenador cada día, podemos leer y darle sentido a una página medieval del siglo IX (Fig. 3).
Sin embargo, —incluso si uno es capaz de leer esa “tipografía” fácil de antes de la invención de la imprenta, por ejemplo, porque es paleógrafo o historiador del libro medieval— hay un segundo problema de codificación a superar, que es mucho más complicado: las letras y palabras se abrevian frecuentemente con símbolos. De hecho, a veces el texto de una página completa o incluso un libro entero está escrito en código. Al igual que cualquier código cifrado, sólo se puede leer si conoce la clave.
Abreviaturas
La decodificación de letras abreviadas y palabras cortas y comunes no es una ciencia compleja, ni lo era para los lectores medievales. Algunas de estas abreviaturas están en realidad en uso hoy en día, como el símbolo de unión en la primera línea de la fig. 5, que comienza con‘Ignibus & ignis‘. El signo & abrevia la palabra et (y), de la que, de hecho, evolucionó.
Fig. 4 La conjunción latina et se transforma caligráficamente en la grafía & (léase “y” o “et”, a los de lengua inglesa les dejamos la horrible palabra “ampersand”
Palabras menos frecuentes también pueden estar abreviadas, pero esta práctica es difícil de encontrar si el escribano medieval tenía que juzgar que el lector del libro fuera capaz de entender las abreviaturas. De lo contrario, el texto no podría ser decodificado. Los estudiantes en el ambiente escolar de las universidades emergentes eran maestros en codificar y decodificar sus palabras (Fig. 5, parte superior: el manuscrito está anotado por un estudiante, igual que se podría ver en cualquier manual actual, si no te pilla el bibliotecario, claro).
Fig. 5 Londres, Biblioteca Británica, Arundel, De Sophisticis, MS 383 (1250-1300)
Los estudiantes que llenaron esta página con notas abreviaban las palabras como si no hubiera mañana. De hecho, en el segmento superior (en tinta más clara) cada palabra se acorta con la ayuda de líneas, círculos entre palabras, bucles, puntos y otras cosas. Tiene sentido que los estudiantes hicieron esto: las palabras son sólo para uso personal, por lo que podían hacer lo que quisieran. Por otra parte, acortando el texto de esta manera ahorramos tiempo y espacio. Las palabras codificadas dejan espacio para poder usar muchas más palabras codificadas.
Notas Tironias
Fig. 6 Detalle de alfabeto con letras ‘Tironias’
En la Edad Media existía un lenguaje abreviado peculiar, que incluso un lector experimentado en ese momento no necesariamente era capaz de descifrar: las notas (anotaciones) Tironias. Este sistema medieval de taquigrafía (fig. 6) hizo uso de varios miles de símbolos, que abreviaban palabras enteras. El lenguaje tiene sus raíces en la Antigüedad. El poeta Plutarco nos dice que Cicerón había entrenado escribas para tomar notas a un ritmo rápido, incluyendo a su siervo Tiro —de ahí el nombre que se dan a estas anotaciones medievales.
Fig. 7 París, Biblioteca Nacional de Francia, lat. MS 11553 (siglo IX)
En la época medieval las notas Tironias fueron utilizadas por los estudiosos mejor formados. Durante el siglo IX, auge de los símbolos de “codificación”, los estudiosos las utilizaban para agregar comentarios a un texto o para hacer la crítica, al igual que los estudiantes en el libro de texto universitario, como hemos visto en la Fig. 4 , y por la misma razón: para ahorrar espacio y para aumentar la velocidad. A veces este tipo de adiciones marginales son sustanciales, como las que se encuentran en una Biblia del siglo IX de París (Fig. 7, margen derecha y entre líneas).
Es raro encontrarse con un texto manuscrito copiado completamente en notas Tironias. La mayoría están todos en los Salmos, como los de la Biblioteca Nacional de París, lat. MS 190 y lat. MS 13160, ambos del siglo IX (Fig. 8). Lo que es realmente bueno de estas páginas codificadas es que la primera nota Tironia de cada capítulo aparece en el mismo estilo como una si fuera una letra adornada regular: ampliada y pintada. El resultado es una forma grande y hermosa aunque sin sentido… a menos que sepamos lo que significa.
Fig. 8 París, Biblioteca Nacional de Francia, lat. MS 190 Vista del margen derecho del folio escrito en Tironias (siglo XC)
A primera vista parece una práctica extraña escribir un libro entero en código, que sólo puede ser descifrado por los eruditos que hubieran disfrutado el mismo alto nivel de formación que el escriba. Sin embargo, tal vez se utilizaron estos libros peculiares para capacitar a personas en el sistema de notación. Los monjes se sabían los salmos de memoria, por lo que eran la herramienta perfecta para conocer la extraña lengua de Tiro. Los enunciados en latín se convertirían en un texto más fácil de memorizar, después de lo cual tal vez los símbolos podrían desecharse. Llama la atención, en este sentido, que los Salmos en el MS 190 (fig. 8) estén precedidos por una especie de diccionario para buscar el significado de los símbolos —como cuando se quiere aprender un nuevo idioma. Varios de estos textos explicativos sobreviven, incluso en otros manuscritos de París (como lat. 7493, lat. 8777, lat. 8778 y lat. 8780).
Un texto explicativo similar se encuentra en Leiden (Fig. 9). Las primeras entradas en esta página lea liber, libelo y librarius (libro, folleto y biblioteca). El símbolo de la primera parece una línea curvada por un punto, en el segundo el punto se sustituye por una coma, mientras que la tercera muestra tanto punto y coma —una biblioteca, al fin y al cabo, se ve después de ambos libros y folletos. Luego siguen las palabras relacionadas, como pergamino (pergamena) y menos comunes, página (pitacium), y hojas (carta, cartula). Como muestra este segmento, el texto no es tanto un diccionario como una colección de listas de palabras temáticas.
Fig. 9 Leiden, Biblioteca Universitaria, VLO MS 84, detalle (siglo IX)
Códigos indescifrables
Aunque no todo el mundo en la época medieval sería capaz de leer las notas Tironias, seguramente muchos medievalistas podrían descifrarlas. Sin embargo, hay un famoso libro codificado que nadie podía leer, excepto su creador: el manuscrito Voynich, que está escrito en un alfabeto desconocido (Fig. 10). Existe una considerable discusión sobre muchos aspectos de este manuscrito, incluyendo su fecha precisa y el significado del texto que contiene. Este último es quizás el aspecto más llamativo del código en el que está escrito el texto: nadie ha sido capaz de descifrarlo.
Fig. 10 Yale, Biblioteca Beinecke, MS 408 (siglo XV)
El manuscrito tiene fascinado a los estudiosos desde hace mucho tiempo. Incluso en 2013, cuando los medios de comunicación dijeron el libro tenía un mensaje descifrable, ni siquiera era claro si tenía sentido o era una locura. Finalmente, en febrero 2014 un profesor de inglés decodificó diez palabras a través de los nombres propios de las plantas. Es muy intrigante el libro, desde un punto de vista histórico, pero mucho menos interesante que las notas Tironias. Después de todo, mientras que el manuscrito Voynich parece estar codificado de una manera muy personal, colocando el libro en una posición relativamente aislada, las notas Tironias proporcionan una mirada en profundidad en el fascinante mundo de los eruditos medievales.
Para escuchar sus voces, todo lo que se necesita hacer es descifrar el código.
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